
Pomaire:
Tierra de la greda y costumbres campestres



Tradición, sabores criollos y cientos de visitantes son tres conceptos que definen lo que sucede todas las semanas en el pueblito de Pomaire. La localidad, perteneciente a la comuna de Melipilla, brilla por su atractiva artesanía –mayoritariamente- de greda y su empanadas de kilo.
Son sólo 60 kilómetros los que separan a Santiago de Pomaire, aproximadamente 45 minutos de distancia, para aventurarse en una localidad con tradiciones vigentes. Una que se pasa de generación en
generación. Una que convive con cientos de turistas todas las semanas. Una en donde la gastronomía criolla brilla todos los días del año.
Nos aventuramos un sábado para conocer más sobre este pueblo. Al ingresar, de inmediato los lugareños nos hacen señas con pañuelos blancos para ofrecernos un lugar para estacionarnos. Ya instalados, podremos recorrer la calle principal a pie, sin otra preocupación más que admirar la
belleza de cada uno de los rincones de esta localidad.
Son pasadas las 14 horas y la calle San Antonio ya comienza a llenarse. Familias numerosas, parejas, abuelitos y extranjeros se mezclan con los lugareños al caminar por la principal avenida de Pomaire. Ambas veredas nos ofrecen una variedad infinita de productos de greda, principal material utilizado en el pueblito.
Con el pasar de las horas, el sol cae sobre nuestras cabezas como si estuviésemos en pleno febrero. Seguimos observando la belleza del trabajo en greda. Ollas, tazas, alcancías de chanchito y librillos son sólo algunos de los objetos que se venden. Artesanos nos cuentan que la alfarería comenzó a trabajarse en el pueblo en siglo XX y era una profesión que era preferentemente de las mujeres.
Ya son cerca de las 19 horas y el poco viento que hay logra que nuestro olfato perciba ese rico olor. Un olor que nos transporta a nuestra infancia, cuando nuestros abuelos nos preparaban los mejores platos de campo, el cual nos permitía reunir a toda la familia.
Ya la gente se ha ido, el cansancio se apodera de nuestros cuerpos tras recorrer más de dos cuadras de este pequeño pueblo. Un pueblo que nos deja invitados a difundir su belleza, a contar nuestra experiencia, a volver en un futuro próximo para seguir visitando los rincones de esta zona donde artesanía y comida de campo convergen a la perfección.